La Propiedad Intelectual es una forma empleada de la Industria Farmacéutica para que los derechos de propiedad estén protegidos, de modo tal que los recursos generados por la venta de sus productos o medicamentos puedan reinvertirse en el desarrollo de nuevos productos farmacéuticos y una de estas formas de propiedad es a través de las patentes.
La situación actual en el mundo producto de la Pandemia por el Covid-19 tiene planteada la discusión acerca de, si es conveniente o no, liberar las patentes de la industria farmacéutica para aumentar la producción de vacunas en escala mundial.
Es de señalar que la primera patente otorgada dentro del sector farmacéutico fue en 1890, cuando el químico Félix Hoffman logró estabilizar el principal ingrediente de la Aspirina, empezándose a comercializar en forma de polvo, y ya en 1915, este medicamento estaba vendiéndose en muchos países del mundo. Este reconocimiento se otorgó al proceso para extraer el ingrediente principal que hacía la aspirina, sin embargo, no patentaba el producto principal.
Para ir entendiendo la problemática, es necesario comprender el aspecto jurídico de las patentes reconocer el derecho que tiene el titular de una propiedad intelectual para sacar el beneficio correspondiente a un bien mediante la explotación comercial en forma exclusiva. En el caso de los productos medicinales, se le reconoce este privilegio al inventor o descubridor de un componente medicinal totalmente novedoso, con propiedades terapéuticas innovadoras sobre lo ya existente en el mercado al momento en que se solicita la patente.
Por otro lado, los que se oponen a esa posición, sostienen que al protegerse los Derechos de Propiedad intelectual, el acceso de los consumidores o pacientes a esos medicamentos estaría sumamente restringido o limitado, quedando a la decisión del beneficiario del registro de la propiedad intelectual, que puede ser un Laboratorio y/o Farmacéutica.
Los países desarrollados defienden la Propiedad Intelectual a través de patentes, por cuanto alegan que invierten cantidades de dinero en la investigación y desarrollo en la creación de nuevos fármacos o medicamentos, derogando también recursos en el desarrollo y capacitación de su personal técnico y especializado, sin incluir los equipos e instalaciones altamente tecnificadas.
Los especialistas han advertido que si se quiere minimizar los efectos del Covid-19 en el mundo, las farmacéuticas deben suspender temporalmente las patentes de sus vacunas y compartan su conocimiento tecnológico para poder acabar con lo que los expertos llaman «apartheid de vacunas».
Destaca en este sentido la propuesta, en junio 2020, de la OMS (Organización Mundial de la Salud), creando el llamado C-TAP (Acceso Mancomunado a la Tecnología para acelerar la producción de vacunas contra la covid-19)., que hasta la fecha no ha dado los resultados esperados.
La otra forma de hacer que las farmacéuticas compartan sus tecnologías es considerando la propuesta que presentaron Sudáfrica e India a la Organización Mundial de Comercio para suspender los derechos de propiedad intelectual de las vacunas mientras dure la pandemia.
Contraria a esta propuesta, están los países desarrollados argumentando que la suspensión de patentes obstruirá la innovación científica al desalentar a los inversores privados a involucrarse en la industria. Sin embargo, expertos señalan que las farmacéuticas han recibido del Presupuesto del Estado o Gobiernos cantidades de dinero que requieren ser compensadas por estas farmacéuticas compartiendo su tecnología.